La esencia de mi trabajo es entender cómo nos desarrollamos las personas como profesionales, cómo son las organizaciones que amplían nuestras capacidades y cómo interrelacionar esos procesos desde el territorio local.

¿A qué te dedicas? 


Trabajo como técnica de desarrollo local en un ayuntamiento, diseñando programas de innovación social y empleo.

Como emprendedora, colaboro en programas de profesionalidad e imparto talleres. También suelo trabajar de forma voluntaria con entidades sociales. Ahora mismo colaboro con la comisión de género del colegio de economistas.


 Cuando tenías 16-17 años, ¿qué querías ser de mayor?


No lo sabía, solo tenía intuiciones.

Recuerdo que antes de esa edad, de niña, jugaba con mis amigas a visualizarnos en el año 2.000. En aquel año mágico tendríamos 30 años, ¿cómo seríamos? ¿Dónde viviríamos? ¿Qué tipo de vida tendríamos?


book a life


Eran los años 70 en un pueblo pequeño de la zona minera de Bizkaia y mis referentes cercanos eran mis profesoras, mi madre, las madres de mis amigas, mis tías. Casi todas las mujeres que me rodeaban eran madres de familia, trabajaban en casa y ocupaban roles tradicionales de familias tradicionales.

Yo no conseguía visualizarme nítidamente pero me veía viajando, con autonomía y viviendo una vida diferente a lo que me rodeaba. No sabía cuál iba a ser mi profesión pero intuía que lo profesional iba a ocupar un lugar importante y así ha sido.


Cual era tu experiencia escolar. ¿Que asignaturas te gustaban más? Que intereses tenias?


Mis primeros recuerdos son de atracción total hacia la lectura, las pinturas, los libros, las clases… quizás por ser la menor de cuatro, me atraía todo lo que hacían mis hermanas y hermano mayores así que aprendí muchas cosas en casa antes de que tocara aprenderlas en clase. Antes de escolarizarme, aprender y jugar era casi lo mismo.

En los inicios del cole me gustaba ir a clase. Me encantaban las manualidades, pintar figuras de escayola, hacer unas flores con papel, fabricar una papelera….

También me encantaba el momento en que las asignaturas “normales” se encontraban con lo plástico y tocaba hacer un resumen gráfico sobre un tema de lengua o mate o ciencias que acababa de terminar.  Esos días eran los mejores, hacíamos grupos, nos levantábamos de las sillas y podíamos movernos con libertad por el aula. Elegíamos imágenes, recortábamos letras y usábamos flechas, diagramas o iconos que resumieran un tema y con todo eso, íbamos renovando la decoración del aula.


book a life


Me gustaba mucho leer, dentro y fuera de clase y me estimulaba hacer trabajos personales. Leer una novela, hacer un resumen en borrador y después preparar una portada, pasarlo a limpio recreándome en la caligrafía, decorarlo y entregarlo muy bien presentado.

No tenía una preferencia muy clara por las materias, me interesaba casi todo y especialmente todo lo que implicara aprender con las manos, mezclar conceptos con imágenes.

Con el tiempo, en el instituto y en la universidad, la experiencia se fue haciendo monótona y aburrida. Salvo excepciones, el método educativo consistía en pasar muchas horas sentada en una silla, escuchando en silencio -o haciendo que escuchaba- a una persona dar explicaciones sobre un tema, copiar, memorizar, repetir en exámenes lo memorizado, hacer deberes todas las tardes.

Las excepciones fueron los profesores que usaban otros métodos, que promovían el pensamiento crítico, evaluaban la reflexión o proponían trabajos personales vinculados con temas reales elegidos. Años después me di cuenta de que las mejores notas de mi expediente coincidían con esas materias.


El método tradicional no iba conmigo, ni me gustaba ni me motivaba, pero no había más donde elegir y creo que ni siquiera era consciente de lo que ocurría. Supongo que tenía muy interiorizado el aro por el que había que pasar.

No estudiar ni se contemplaba así que me adapté. En la adolescencia, lo más importante era salir con mis amigas el fin de semana así que desarrollé mi capacidad de síntesis, aprendí a hacer buenos esquemas y a quitarme cuanto antes las asignaturas de encima para que los fines de semana y el verano quedaran libres.

El resultado fue el esperado, pasé por la etapa escolar dando el perfil de buena estudiante. Las notas pasaron de altísimas a buenas o notas sin más y fui pasando asignaturas y cursos con escasa motivación por lo que estudiaba, muy pocas experiencias de aprendizaje real pero intuyendo que todo era un pasaporte hacia el mundo profesional que sí me motivaba.


¿Cuál era tu percepción del éxito? ¿Como elegiste y por qué? ¿Tenías una persona de inspiración o influencia que te ayudó a tomar la decisión?


En el instituto percibía diferencias importantes entre el profesorado que transmitía conceptos y quienes transmitían aprendizajes propios.

Mi profesor preferido fue Tito. Nos hablaba de sus viajes por el mundo y nos enseñaba historia del arte, conectándolo con la vida de las personas, la sociología, las relaciones de poder, las religiones… nos enseñó a pensar, a respetar las culturas lejanas, a entender la historia con una mirada global, abierta y cuestionando siempre el eurocentrismo. Supongo que fue un primer referente inspirador. Me atraían sus aventuras por el mundo, la apertura mental, cómo cuestionaba los dogmas y cómo mezclaba su pasión con el trabajo.



Con 16 o 17 años elegí ciencias mixtas y tuve un primer pálpito con la psicología y otro con la economía. Recuerdo el momento en que escuché el proceso previo a la revolución industrial en Inglaterra, cómo las ideas religiosas que promovían el esfuerzo, el trabajo y la austeridad permitieron acumulaciones de dinero ahorrado que posteriormente sirvieron de base para la industrialización. El proceso me provocó mucho interés y me abrió preguntas sobre cómo se gestaban los procesos de desarrollo de cada país y las enormes repercusiones que tenían esos procesos en la historia y en las vidas de las personas.

Cuando terminé el instituto estaba decidida a estudiar psicología pero en casa recibí mucha presión para cambiar la decisión.

Uno de los argumentos eran las altas tasas de desempleo de la carrera durante los años 90 y el otro, mi supuesta mayor predisposición hacia los números frente a las letras. El análisis no era correcto del todo. Las matemáticas se me daban bien pero lo esencial era que las matemáticas se aprendían haciendo y las letras eran más de “empollar”.

La economía estaba asociada a las ciencias y los números, mientras que la psicología se asociaba a las letras y a la memorización. Esos argumentos junto con mis dudas me llevaron a cambiar la elección y estudié economía.

Décadas después, sé que la decisión no fue correcta y al tiempo, tampoco ha sido determinante. De hecho, intuyo que mi vida profesional no habría sido muy distinta de haber estudiado psicología.


Tu trayectoria profesional desde la universidad? Lo tenias claro?


No, elegí por descarte. Durante la carrera me gustaron mucho las asignaturas que tenían que ver con el desarrollo, el pensamiento económico, la historia de la economía y en general con la economía aplicada. Sabía que mi mundo no era la contabilidad ni las finanzas ni los impuestos así que intenté saber muy poco de todo eso para no correr el riesgo de acabar trabajando en lo que no me atraía.


Un profesor de la universidad nos habló de unas becas que ofrecía el Gobierno Vasco para entrar al Departamento de Economía y con 22 años comencé la vida profesional que sí había imaginado, el trabajo como pasaporte hacia la autonomía personal y económica. Después trabajé unos años como técnica de empleo y formación en la Agencia de Desarrollo del Ayuntamiento de Vitoria y en Hobetuz, la Fundación Vasca para la Formación Contínua. Con 28 años, con trabajo fijo y casa comprada, decidí dejarlo y me fui a Nicaragua a trabajar como cooperante con cooperativas campesinas. Muchas personas no entendieron la decisión ni el riesgo que asumía pero yo lo vi claro.



Llevaba tiempo queriendo vivir en otro país y aplazando la decisión al momento de quedarme sin trabajo, pero ese momento nunca llegaba así que lo dejé, muy consciente de que la estabilidad es un valor pero también puede ser una trampa y yo no quería asumir el riesgo de mirar atrás y pensar que se me pasó la vida sin hacerlo. La decisión fue acertada. Centroamérica me regaló una de las etapas más intensas y estimulantes personal y profesionalmente.



Después, he seguido combinando mi puesto como técnica de desarrollo local en la administración pública vasca como con una faceta profesional propia.

En mi recorrido, la formación, las redes colaborativas, los proyectos propios y el trabajo voluntario son capas tan importantes o más que el empleo.


Ahora, con la edad que tienes, ¿Crees que podrías haber hecho otra cosa o haber sido bueno en algo diferente? Dada otra vida, ¿elegirías otro camino?


Mantendría la esencia y quizás cambiaría algunos detalles. Mi ámbito profesional me encanta y me sigue interesando así que no lo cambiaría.

Repetiría la decisión de trabajar desde lo público y volvería a tomar decisiones arriesgadas como dejar empleos fijos a cambio de seguir aprendiendo o de vivir una experiencia enriquecedora.

Si tuviera que añadir o cambiar algo, metería más experiencias internacionales, aceptaría la propuesta de estudiar un master en Estados Unidos y añadiría la experiencia de conocer un organismo internacional por dentro. Estas dos fueron opciones que me atraían pero que dejé pasar por el hecho de tener un buen empleo y creer que todo podría ser hecho después.



En un mundo sin dinero… Si pudieras ser lo que quisieras, ¿qué harías para llenar tu día?


Mantendría la esencia de mi trabajo y quizás reduciría rutinas y horarios fijos. Continuaría trabajando, elegiría con más libertad los proyectos en los que participar y ayudaría a cualquier persona, organización o territorio que quisiera poner en marcha proyectos de desarrollo con los que me sintiera identificada.

Para mí el trabajo no es sólo una vía para financiar mi vida. El trabajo es aprendizaje, relación y contribución social así que continuaría trabajando y sería más selectiva con el uso de mi tiempo.


Que es lo mejor de tu trabajo? Y lo peor?


Lo mejor es la utilidad, la oportunidad para crear algo que no existe, las personas inspiradoras con quienes colaboro.

Lo peor son las dinámicas organizacionales que limitan el desarrollo del talento, los egos que entorpecen la colaboración, la burocracia creciente del trabajo público que ralentiza y limita la creatividad y que implica mucho tiempo y esfuerzo en actividades de muy bajo valor.



¿Que es lo que haces a diario en tu trabajo?¿Te hace sentir realizado/a?


Ahora mismo tengo varios proyectos entre manos que consisten en contratar a personas desempleadas para poner en marcha proyectos de utilidad pública. Un ejemplo de esto son equipos de personas jóvenes con conocimientos tecnológicos que ayudan a las personas mayores de la ciudad a usar la tecnología para mejorar sus relaciones y la calidad de vida diaria. Otro grupo de personas están promoviendo que la ciudadanía conozca las ventajas de la administración electrónica; otras están prototipando modelos educativos que eviten la segregación escolar, otras impulsan programas de sensibilización en educación vial…etc.

También hago formaciones para personas desempleadas. Les acompaño en la reconstrucción de su biografía profesional y en la conexión de sus competencias técnicas con las personales. El objetivo es ampliar la mirada hacia la profesionalidad y ayudar a que las personas conecten con su máximo potencial.



Intento dedicar cada vez más tiempo a actividades significativas que impliquen cambios para la vida de las personas y cuando siento que un taller, una idea, un proyecto o una experiencia ha servido para que alguien amplíe sus capacidades, me siento privilegiada por poder vivir de actividades en las que creo.


¿Qué es el éxito? ¿Qué es el fracaso?


El éxito para mí es un proceso de ampliación de capacidades, oportunidades y recursos que permiten alinear lo que eres con lo que haces y encontrar un propósito que trasciende de ti misma. No es un camino predeterminado ni es el mismo para todas. Lo visualizo como un despliegue que comienza en una misma y se va interrelacionando con otras personas.

También es una sensación, la de estar intra conectada e interconectada con las personas, las causas, el tiempo y el lugar en el que te ha tocado vivir.

El fracaso es la sensación de haberte sido infiel, haber seguido el camino de otros, el que socialmente o familiarmente se te ha impuesto por cultura, por dónde has nacido, el sexo biológico, por tu contexto familiar… es el desajuste entre lo que has decidido hacer y lo que eres. Es la sensación de vacío, desconexión interna.


Nuestras elecciones de carrera:¿Cómo tomar esta decisión? ¿Qué consejo le darías a un/una jóven de 14-16 años?


A las personas que sienten una vocación muy clara por una titulación-carrera que ya existe, les aconsejaría seguir su intuición. Al resto, la gran mayoría, les aconsejaría buscar de forma indirecta o paralela. Mientras buscas fuera el título o la universidad o la carrera, buscar dentro esas primeras señales intuitivas que te dicen lo que va contigo y tratar de conectarlo con posibles espacios profesionales o estilos de trabajo o competencias que pueden ser transversales a muchas titulaciones.

Mi consejo, ante las dudas, es mantenerte conectada contigo misma y mantener la percepción atenta hacia lo que te hace vibrar, el estómago nunca engaña.

Escuchar ideas, datos, proyecciones, etc puede ser interesante pero la mente no es la única fuente de información, el cuerpo casi siempre sabe lo que necesitamos, así que es clave reconocer las señales cuando participas en un proyecto, escuchas una charla o vives una experiencia. Ahí puede haber perlas que conectadas, te van regalando esbozos de tu vocación o propósito profesional o espacio de desarrollo futuro. La carrera es instrumental, es importante, pero no determinante.



La profesión es algo mucho más amplio y profundo que una carrera y la profesionalidad no se hace sólo de títulos así que lo que aconsejaría es que las personas de 14-16 años tengan espacios y tiempos para iniciar esta reflexión sobre profesionalidad antes de elegir títulos


Entrevista con Izaskun Merodio Vivanco, Técnica de Innovación Social